Nro 62 El laberinto. titulo Una despedida.

La víspera.Sentados en el porche contemplando las siluetas de las sierras, confundidas en la oscuridad con el cielo también oscuro,muy estrellado. Mi viejo y yo en esa contemplación entre sorbo y sorbo de un vino de misa helado, que mis dos chicos munidos  de una damajuana con su manija ensartada por una caña traían de la parroquia.

Allí estábamos los dos intercambiando palabras a la espera del milagro luminoso. De pronto como una estrella naciente se asomaba una fuente de luz que rápidamente se agrandaba. Crecía y crecía iluminando el valle, los tejados, todo el paisaje con una luz gris, fría. La luna había hecho su aparición, las sierras  ahora si, recortadas, diferenciadas del cielo. Nos levantamos con el espectáculo a pleno para ir a acostarnos. Había que madrugar ya que al día siguiente partiríamos de regreso a casa. Fin de las vacaciones.

La despedida. A la mañana con el auto cargado, los chicos en sus asientos llenos de recomendaciones, Julia y yo saludamos al viejo y a la vieja. Subimos al auto y marcha atrás salimos por el corredor de la casa. En la calle hago las maniobras correspondientes  y allí quedaba el, parado en el porche mirándonos partir. Allí esta en mi memoria con su pose de anciano acabado. Presentía o sabia que seria muy difícil nos volviéramos a ver dado su estado. Al doblar la esquina y perderlo de vista las lágrimas corrieron indetenibles por mis mejillas.

Poco tiempo después regresamos para velarlo y enterrarlo.

Que pensaría el en ese momento de despedida,cual su emoción.

Hoy, con mas años de los que tenia el me encuentro con situaciones similares. Mis hijos lejanos,aquellos de la damajuana y el vino de misa, protagonistas de alegres y emocionantes reencuentros. Pero la partida como siempre desgarradora. Julia, mi Julia llorando y yo  conteniéndome, ellos con emoción indisimulable.

Arranca el automóvil que los lleva al aeropuerto

Permanezco sentado en mi invalidez recordando a mi viejo del que un día, me despedí para siempre.

Veji